Hipócrates fue el principal exponente de esta tendencia alimenticia. Podemos verlo citando su célebre frase «que tu alimento sea tu medicina…».
Hipócrates fue un importante médico y profesor de medicina en la antigua Grecia. Se considera como el primer médico en rechazar las leyendas y creencias populares que señalaban como causantes de muchas enfermedades las fuerzas divinas o sobrenaturales. También fue considerado como el hombre que conectó la filosofía con la medicina. Uno de sus aportes fundamentales fue el separar a la medicina de los aspectos religiosos que hasta ese momento tenía intrínseco. Argumentaba que las enfermedades no eran un castigos de los dioses sino que la consecuencia de, entre otras cosas, la dieta y los hábitos alimenticios. Por esta razón fue un fuerte promotor del consumo de legumbres y frutas.
Clasificó a los alimentos en función de su correspondencia con uno u otro de los cuatro elementos: la tierra, el aire, el fuego y el agua.
Estos elementos corresponden a cuatro temperamentos definidos por la teoría de los cuatro humores: melancólico, sanguíneo, colérico y flemático, respectivamente.
Cada alimento era clasificado según sus cualidades, que se escalonan en cuatro grados sobre dos ejes principales: caliente-frío y seco-húmedo (o, secundariamente, en ejes dulce-amargo y crudo-cocido).
Estas características influyen en la forma en la que el alimento se transforma dentro del cuerpo y en la calidad y consistencia de los humores producidos por el organismo en consecuencia. Según la escuela hipocrática, el calor de la digestión transforma los alimentos en linfa que, a su vez, se transforma en humores o actúa sobre la calidad y el equilibrio de los humores presentes.
La mejor forma de gozar de una buena salud, es teniendo una dieta equilibrada. Por eso, los médicos que se basaban en la tradición hipocrática recomendaban a sus pacientes consumir alimentos que se correspondieran con el inverso de su temperamento, y de esta forma corregir el desequilibrio de los humores.
Así pues, el vino tinto (caliente y seco) y la carne (caliente y seca) eran recomendados para los ancianos, los flemáticos y los melancólicos, de naturaleza fría. En cambio, el pescado fresco (frío y húmedo) y las frutas o legumbres (frías y húmedas) creían que convenían más bien a los coléricos y optimistas, así como a los jóvenes, de temperamento caliente.
Según Hipócrates, la alimentación también variaba según el clima y las estaciones, ya que influían en los humores:
-En invierno, un periodo en que domina el frío y la humedad, sería preferibles consumir proteínas con salsas, cocinadas con especias calientes.
-En primavera, cuando domina el calor y la humedad, se aconsejaba pasar poco a poco de los pucheros a los asados, y empezar a comer más legumbres verdes.
-En verano, cuando domina el calor, sería el momento de consumir proteína a la plancha, más ligera, y preferir alimentos fríos y húmedos como el melón, la ciruela o la cereza.
-En otoño, un periodo en que empieza el frío, haría falta comer alimentos apetitosos y ligeramente ácidos, para expulsar la melancolía, así como reducir el consumo de frutas.